Aventura a menos de una hora de Tánger: Asilah, la medina del Atlántico



Asilah parece un rincón lejano del mundo, pero está más cerca de lo que todos nos imaginamos. Asilah se encuentra en la Costa Atlántica marroquí, Separada de Tánger por apenas cuarenta minutos de playas aún vírgenes

Y Si llegar a Tánger desde España y otros destinos europeos es fácil, hacerlo desde esta ciudad marroquí a Asilah es coser y cantar. En un tiempo inferior a una hora se puede ir a precios muy populares en tren, en autobús o en taxi (en la ciudad el precio es más negociable y en el aeropuerto está regulado en 300 Dirhams, que son cerca de 30 euros). Si se viaja en coche propio hay dos carreteras, una secundaria que bordea la costa y una autopista de peaje casi paralela a ésta. Obviamente se tarda algo menos en la de peaje, aunque la secundaria es más vistosa y se puede aprovechar a comprobar cómo es tener larguísimas playas sin apenas construcciones que las roben su estado semisalvaje.

turistas-medina-asilah

Nada más llegar a Asilah, podemos evidenciar una clara influencia española. Los restaurantes más conocidos de la ciudad son Casa Pepe, Casa García y Restaurante Sevilla, y los platos más demandados son las frituritas de pescado, al igual que los que se puedan pedir en la mismísima Costa del Sol. Además, el castellano lo comprende un porcentaje amplio de la población, acostumbrada no sólo porque ya lo usaron sus antecesores en tiempos de colonias, sino porque el turismo procede mayoritariamente del país vecino. Pero que nadie se lleve a engaño, Asilah conserva fuertes sus raíces y por mucho que haya recibido aires foráneos, es y el “choque cultural” que se lleva cualquiera que cruce el Estrecho está totalmente garantizado.

Y entonces, ¿cómo es Asilah? ¿Qué tienen sus calles que conforman una de las medinas más bellas de Marruecos?

Basta con cruzar los muros que resguarda la medina al oeste con el mar y al este con las vastas tierras que se extienden por todo el Magreb. A primera vista parece estrecha, y de hecho lo es, pero cuando uno se encuentra dentro de ella surgen las dudas de si seguir de frente o tomar la bocacalle de la derecha o el callejón irregular de la izquierda. Ese ligero aroma a laberinto surge paso a paso, aunque también es cierto que perderse por completo es algo realmente imposible puesto que sus dimensiones son minúsculas, pero Asilah guarda otros secretos, como su sincronía con el Océano, cuya brisa se siente y se respira a cada paso, como si fuese un entramado urbano que representase al propio mar que se bate con la muralla.

Predomina el blanco sobre el azul, el verde y el barniz de la madera que nutre puertas primorosas. Los detalles de algunas calles, con arcos que comunican edificios enfrentados, ventanales labrados minuciosamente y la caricia continua de un cielo siempre acompasado con la medina de Asilah, enlazan las piezas de un puzzle que el visitante se ocupa de colocar poco a poco hasta que llega a sostener la ciudad con la palma de la mano.

Asilha Marruecos

Otra de las particularidades de Asilah se encuentra en esos elementos de los Siglos XV y XVI que nos hacen pensar durante un segundo si nos encontramos en una pequeña villa portuguesa, a tenor de las murallas y, sobre todo, el torreón (Torre el-Karma) que domina la plaza más grande de la medina (Sidi Ali ben Hamdush). Alrededor suyo la vida va surgiendo minuto a minuto, sobre todo tras la apertura de esas tiendecitas de artesanía tan encantadoras con que cuenta la ciudad. Esta torre cuadrada que parece salir de un castillo medieval de tierras ibéricas, es la clara dominadora de Asilah en los últimos quinientos años. Sin duda nos encontramos ante el punto de mayor altura en una ciudad de corte bajo.

Aunque el baluarte luso más característico de la medina está, por supuesto, en las murallas que protegen la ciudad blanca del oleaje del mar y que en su día lo hicieron de conquistadores y saqueadores. Prácticamente en el extremo sur de la ciudad vieja, siguiendo en línea recta el extremo más próximo al mar surge un lugar espectacular para disfrutar de una panorámica realmente significativa de Asilah con sus muros a tono aguardando la llegada de las olas. Allí turistas, locales y demás curiosos se reúnen como en ningún otro punto de la ciudad. Quizás por ser el más sugerente, por poder mirar cara a cara al Atlántico, por poder recibir su brisa y los reflejos blancos de unas casas neoárabes.

Asilah es de de esas ciudades que sin conocerlas te invitan a conocerla  y moverte por sus calles casi a impulsos. Es decir, deja que sea la intuición la que guíe al visitante a sus pasos. El concepto de “perderse en la medina” es ese, olvidarse de tomar rumbos con sentido y hacer caso únicamente a la improvisación y al instinto. El destino ya viene marcado en sus calles. Basta con dejarse llevar.

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Otra de las caras que hacen de Asilah realmente especial es ser un punto de encuentro de artistas venidos de todo el mundo. Existen festivales cada verano que reúnen pintores, músicos y poetas. Hay casas que se prestan a dejar colorear sus paredes para contar con los murales más originales. Es modernidad dentro de lugares antiquísimos, pero con gran gusto, cambiantes cada año, y perfectamente acompasados con la medina. Se crea una sincronía extraña pero inmensamente atractiva que recuerda a cada paso que Asilah es una de las capitales de la cultura en todo el Norte de África. La huella de bohemios y artistas se queda plasmada en la piel blanca de una calle, como si ésta fuese el más puro y amigable de los lienzos del Siglo XXI. Descubrir ese arte es otro de los imprescindibles de todo el que pasa por esta hermosa ciudad atlántica.

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