Durante unos meses, Frédéric Chopin, el virtuoso pianista polaco, fue uno de los más relevantes huéspedes, que en el siglo XIX, tuviera Mallorca. Una fuerte tuberculosis le había sido diagnosticada y su doctor le recomendó transladarse a una zona tranquila que le permitiera recuperarse.
Desde finales de 1838 hasta febrero de 1839, el autor romántico junto a su esposa, George Sand y sus hijos residieron en una de las celdas de La Cartuja de Valldemossa, antiguo palacio real del S XV, que fue residencia del rey Sancho. El edificio aún conserva el encanto del pasado y alberga pertenencias de estos prestigiosos huéspedes.
Seguro que las paredes nos podrían contar mucho sobre el famoso pianista, que lo observaban mientras componía la mayor parte de sus veinticuatro Preludios op. 28. Desafortunadamente el tiempo no les acompañó, y aquel invierno fue frío y lluvioso. Seguro que el eco de la lluvia se puede apreciar escondido sutilmente entre las notas de estos preludios, como se vio reflejado en las páginas de la novela de su esposa, “Un invierno en Mallorca”.
La constante humedad empeoró su estado de salud. Mientras esperaban la llegada de un piano francés Pleyel, Sand lo atendía solícita en la celda que otrora perteneciera a un cura palmesano.
El 13 de febrero, la familia embarcó de vuelta a Barcelona, donde Chopin pasó una semana convaleciente bajo los cuidados del médico del vapor de guerra francés «Méléagre». Para luego transladarse a Marsella. Concluía así el periplo en España del famoso pianista.
Si visitas Palma, desde Deía, hermoso pueblo de montaña, o desde Andraitx, disfrutando de unas maravillosas vistas de la costa y campos de olivos y almendros, puedes llegar a Valldemosa y visitar la Real Cartuja, que aún alberga algunas de las posesiones que pertenecieron a esta singular pareja de artistas. Al final de un camino en el que se entremezclan la belleza de la Serra de Tramuntana y el azul del Mar Mediterráneo, encontramos el Puerto de Valldemossa, un paraíso de pescadores de extraordinaria belleza. Disfrutar de una gastronomía tan exquisita como natural en uno de los restaurantes del puerto, es algo que nadie debería perderse.
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